martes, 18 de junio de 2013

Fontán / López Kindler

Hace un año me enteré de que la Fundación de Antonio Fontán había publicado las cartas que había escrito a Agustín López-Kindler en los últimos años de su vida y me apresuré a pedirlas, porque eran dos catedráticos de latín, maestro y discípulo, los dos del Opus Dei (uno laico, otro luego sacerdote), Fontán muy implicado en la política española, López-Kindler alejado de ella, viviendo muchos años en Suiza.

Ahora en la web han colgado el pdf, para quien quiera leerlo.

A Antonio Fontán la muerte le impidió ver el descrédito definitivo -me parece, al menos a mí me ha pasado y no creo que nunca ya crea en ninguna- de la monarquía española. No sé qué pensaría de lo que ha acabado siendo el PP, ese partido en el que él tanto se implicó -desde lejos-, ahora sin ideales ni ilusiones. Es conmovedor ver cómo dos veces le manda a López-Kindler un poema de Luis Alberto de Cuenca (de El otro sueño, 1987), este:

ESPAÑA
Es un lugar muy triste que ha prohibido los héroes
y ha dejado pudrirse las rosas del escándalo.
Siempre he vivido en él. No sé si en otra parte
habrá tantos borrachos y chicas tan espléndidas.
Es sólo un lugar pobre que ha perdido su alma
sin ganar nada a cambio, un lugar sin futuro,
un puñado de tierra desunido y estéril.
Por él daría mi sangre hasta la última gota.

Y luego los comentarios que hace sobre literatura romana, sobre el mundo del periodismo, sobre sus afanes diarios: es admirable. Se echa en falta gente como él ahora.

1 comentario:

  1. Otro de lo mismo:


    Y cuando ya por fin me he decidido
    a apretar el gatillo
    y soltarle a la Patria en pleno rostrum
    esa opinión que llevo entre los dientes,
    como un muelle contraído, desde los reyes godos;
    cuando lo de esta vez ya es demasiado
    y ya me encuentro en el apunten, fue
    llega de pronto el vino del Ribeiro
    o los esparraguicos de Tudela,
    o llega, qué sé yo, las hayas de Tacheras,
    un olor sevillano,
    unas cuantas montañas, Las Meninas,
    palabras de Cervantes, Machado, Garcilaso,
    «un no sé qué que quedan balbuciendo»,
    y el grito retrocede silenciosa-
    mente, rabo entre piernas,
    y en el fondo de mí la sangre se avergüenza
    de haberle sido infiel a tanta España...
    hasta que se presenta
    la «canción española» con su olor a sobaco,
    Goya con la familia de cacacarlos IV,
    Pamplona venerando a San Fermín obispo
    con cogorza coral
    y coitos interruptos en todos los idiomas
    —veneración venérea—,
    nuestra invencible selección de fútbol
    que una vez más regresa triunfalmente
    zurrada 4 a 0, nuestros retretes públicos
    (quizá nuestro más típico género literario),
    nuestros transportes públicos,
    nuestras mujeres ídem, tan prolíficas,
    o viene miguel d’ors, sin ir más lejos,
    mi alter ego manchego,
    y entonces enrojezco como el Etna, ya basta,
    ni hablar de seguir siendo parte de este sainete,
    hasta aquí hemos llegado, se acabó
    (regrese, por favor, al primer verso)


    10/11-II-85



    d'Ors , Miguel

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